Existe esa delgada linea en la cual uno puede obtener recursos por hacer lo que le gusta o en su defecto se debe acudir a un trabajo para poder tener una remuneración suficiente para entonces poder hacer lo que nos apasiona.
En la carrera del malabarista solo unos pocos pueden llevar una vida bien remunerada dedicados al 100% al malabar, con la excepción del Semaforo que en ocasiones paga por ayudar mas que por lo que se vio en los 30 segundos de luz roja ( ojo en ocasiones quisiéramos que el semaforo durara mas cuando tenemos la suerte de ver a un profesional compartiendo su talento en la calle ) , lograr ser un malabarista de profesión es una miel que merece respeto a los que la obtuvieron.
Una de las mayores razones es que el malabarismo por si solo como técnica puede ser tan complicado que una audiencia difícilmente pueda distinguir el número de pelotas o clavas que esta malabareando, y ni se diga distinguir variaciones de alta dificultad.
Es ahi donde el arte en la expresión, teatro, baile, vestuario entran en acción y por lo cual se debe trabajar en diferentes disciplinas para poder crear un numero suficientemente decente para que personas paguen por disfrutarlo.
Mientras tanto, a veces hay que hacer otras cosas de la vida cotidiana, desde trabajar en un oxxo, como ser periodista, mesero etc. y ahi es donde viene lo interesante, no los puedes reconocer mientras están viviendo la vida del no malabarista. Esto limita de alguna forma la promoción del malabar como una actividad a los centros de entrenamiento que aun son muy limitados en Mexico.
Esto solo me deja pensando en lo de siempre desde que decidimos que la batalla de promover el malabar valía la pena, como crear una comunidad que Comparta! y que invite a mas personas a disfrutar del malabarismo.
La intension es clara, no se trata de hacer generaciones de malabaristas para que trabajen en un circo, se trata de divertirse lanzando y probando cosas que nunca antes habíamos si quiera imaginado intentar, como andar en un monociclo o lanzar 3 clavas al aire.
Nunca olvidemos el dia en el que alguien nos tendió la mano o nos presto un juego la primera vez.